Bajo la palapa, la brisa mece las hojas de palmera y las aspas de un ventilador apagado. El sol se muestra y oculta al compás caprichoso de las nubes. Silencio. Sólo las grandes olas rompiendo frente a la orilla, violentas, le hacen competencia. Me mezo en la hamaca. Son las 15:42 y La Punta descansa. Jasper, el australiano, casi dormido en la cama de costales de arena murmura con su acento gringo: "¡Chingón!"
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