Subo al terrado a fumar. La tarde cae sobre Quito mientras el tráfico de trabajadores que regresa al hogar corretea por las calles. Enciendo un cigarro mientras me apoyo sobre el muro y contemplo una imagen ya familiar. Algo llama mi atención, dejo caer el pitillo al suelo y corro a casa a buscar la cámara. Al volver, la densa niebla ha empezado a adueñarse de todo. Fumo y disparo cada cuatro o cinco segundos. Antes de terminar el cigarro todo se ha cubierto. Apago la colilla y recojo los bártulos. Quito vive a la altura de las nubes.
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