Dedicado a mis padres, a los que quiero.
Viernes, 30 de Agosto de 2013
El avión aterriza en Cancún. Finalmente lo he
conseguido, he llegado a México, vuelvo a estar aquí. Espero, paciente, junto a
mi nueva guitarra, que mis maletas salgan de la interminable cinta
transportadora. La gente va abandonando la sala y encaminándose hacia el
control migratorio. Cuando ya sólo quedamos unas veinte personas aparece mi
mochila, unos minutos después, la enorme maleta que carga todas las cosas que
voy a necesitar para vivir en Quito.
Salgo del aeropuerto preocupado. Una maleta enorme,
la hermosa Prudencio en su estuche rígido, la vieja mochila de viajar y una
pequeña con toda la tecnología de que dispongo... Son demasiados trastos. He
quedado en Puerto Morelos con unos desconocidos amigos de Lorena. Me van a
hacer el paro y guardarme las cosas mientras estoy por México, pero tengo que
llegar a su casa, lo que implica dos buses y un taxi. Me siento inquieto y todo
el periplo se me antoja una odisea.
Salgo a la humedad caribeña y el calor se apodera
de todo. Cuesta incluso tomar las primeras bocanadas de aire. Entonces, en
forma de redondita muchacha sonriente, se presenta la solución a mi problema.
Lleva un cartoncito en la mano que dice: "National Rent a Car".
Después de negociar, consigo que me deje el más barato de sus coches en 350
varos. No ha salido mal el negocio, me digo.
Alterno mi concentración entre el verde paisaje y
los muchos obstáculos que presenta la carretera: badenes enormes en mitad de la
autovía, coches que se incorporan de su parada en el arcén, cambios de sentido
absolutamente demenciales... Disfruto conduciendo en países ajenos. Hago un
recuento y pienso que, hasta el momento, he conducido en tres países además del
mío. Me siento un poco ridículo pero lo cierto es que me gusta ir coleccionándolos.
Tomo el desvío a Puerto Morelos y recorro los
escasos tres kilómetros que lo separan de la carretera principal. Doy unas
cuantas vueltas para encontrar la casa. Mis únicas referencias son: cerca del
Oxxo, al lado del Hotel Inglaterra, una casa marrón, si gritas Jorge te oirá.
Como no la encuentro paro y entro en unos abarrotes a preguntar. La señora que
se esconde tras un aparador excesivamente repleto me indica que es la casa de
al lado. Grito y, efectivamente, Jorge me oye. Sale por la ventana del primer
piso y me invita a pasar.
Jorge resulta ser un tipo encantador y de charla
apasionante. Comparto con él varias horas de amena conversación. Música,
viajes, la terreta, documentales, proyectos… Tengo la sensación de que estoy
rememorando con él viejos tiempos que nunca vivimos juntos pero que nos
conectan de algún modo. Durante la charla me entero de a qué dedican sus vidas.
Resulta que él y Ester, su pareja -ambos valencianos-, llevan ya dos años recorriendo
Centroamérica, buscándose la vida en el extranjero. Conocen, además, otros
muchos países que visitaron en otros viajes. Finalmente se han terminado
estableciendo en la Riviera Maya. Ella tiene un buen puesto en uno de los
grandes hoteles de la zona, él se gana la vida como fotógrafo-realizador freelance.
Me invita a ver los cocodrilos que viven frente a
su casa. Si, literalmente, en un terreno baldío y encharcado, cruzando la calle
frente a su casa, un cartel reza: “Cuidado con los cocodrilos”. Al fondo, bajo
la sobra, descansa inmóvil uno de ellos. Jorge me cuenta que hace pocos días
que se comió al perro de un vecino. Al parecer, a los cocodrilos les gustan los
perros.
Ya de vuelta en la casa, bajo el húmedo aire
removido por un par de ventiladores y con una hospitalaria cerveza en la mano,
Jorge y yo hablamos largo rato de proyectos audiovisuales mientras esperamos la
llegada de Ester. Casi al final de la tarde, cuando ya me he decidido a partir para
encontrarme con Lucía en Tulum, Jorge me dice:
-Mira, te voy a enseñar un vídeo en el que estoy currando
ahora-. Lo veo con gran interés y despierta en mi muchísimas emociones. Es una
pieza titulada "La Sorpresa".
Mientras conduzco al sur, ya entrada la noche,
pienso en Jorge y en Ester, en todo el tiempo que llevan fuera de su tierra, de
su hogar. De algún modo yo estoy iniciando un camino como el que ellos ya han
recorrido. México es sólo el primer destino, después Ecuador, después... ¿quién
sabe? Nada es seguro en esta puta vida, me digo mientras les recuerdo,
sonriendo y esperando encontrar lo que busco en Ecuador. Me siento feliz de
haberles conocido y de ver como la gente buena encuentra su sitio en el mundo,
aunque sea, eso sí, tan lejos de su mundo.
Lunes, 7 de Octubre de 2013
Ya bien entrada la madrugada, mientras doy algunos
retoques al próximo texto que publicaré en el blog, recibo el siguiente
mensaje:
Somos unos locos soñadores que salieron de España hace ya casi dos años y medio, y que hoy, todavía vemos muy complicada su vuelta. Después de viajar por diferentes países de Centroamérica y de confirmar realidades, ahora vivimos en México, país al que le estamos muy agradecidos. Aquí es donde seguimos preparándonos como profesionales, donde estamos construyendo nueztro futuro, donde seguimos creciendo como personas, y desde donde seguimos luchando por el cambio.
Salir de España no significa huir, no significa abandonar a los compañeros. Para nosotros significa tomar perspectiva. Significa seguir caminando, no detenerse a lamentarse por la situación. Parar y conformarse... ¡NUNCA!
Por eso, adjunto a este mensaje, les enviamos un vídeo que narra un trocito de nuestra vida, que narra una de las consecuencias de las malas decisiones adoptadas en nuestro país. Son 5 minutos de vida que miles de personas sienten cada día."Sabemos que el cambio es posible, pero hay que luchar muy duro para lograrlo. Así que no nos vamos a detener, si nos cortan las alas las dejaremos crecer de nuevo y si no podemos luchar desde casa lo haremos desde lejos. Sólo esperamos que entre todos, con nuestra lucha les obliguemos a que un día nos dejen volver."Muchas gracias y mil sonrisas.P.D.: Si os ha gustado ayudadnos a compartir el vídeo!
Pese a que yo no me marché porque nadie me echara
sino por decisión propia –aunque nunca puede decir uno que decide por si mismo-,
entiendo perfectamente el sentimiento de mis amigos. Recuerdo otras partidas y
otras llegadas. Recuerdo emoción contenida, el rostro compungido de mi madre,
los ojos vidriosos de mi padre bajo su rostro inexpresivo. Entonces pienso en
un arroz al horno y un Trina en el pórtico de mis viejos. Dormir la siesta en
el sofá. Comer de menú en el Pata Negra. Jugar un Texas en casa de mi hermano.
Las viejas comidas familiares de cientoylamadre. A veces uno no valora a la
familia como se merece. No se da uno cuenta de lo que significa poder dar un
abrazo a sus seres. A veces uno es un imbécil y no aprovecha lo que tiene. A
veces uno no demuestra cuánto quiere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario